Maná brilla en una noche de corazones iluminados

Hay motivos suficientes para que una banda pueda abrazar la bandera de la vigencia con tanta frescura. El caso de Maná es uno de los que reúne estos pretextos relevantes, como canciones que resisten al paso del tiempo, una calidad musical que solamente crece y crece, y la evidente conexión entre los integrantes, que al mismo tiempo genera cariño en su público.

Texto por Mavi Martínez

Fotos por Diego Zarza

Toda esta combinación hace de Maná uno de los grupos de rock/pop latino más importantes de la música, porque a lo largo de su carrera también la banda ha sabido demostrar que lo que más le interesa es defender el rock en nuestro idioma, lo que hace que nos sintamos aún más identificados con su obra. Y es también esta obra la que ha demostrado, si uno afila bien sus oídos, cómo estuvo ligada a diversos temas mucho más allá del amor romántico.

Con sus casi 40 años de trayectoria, siguen tan convocantes como aquel momento en que explotaron con sus hits más reconocidos. Pero todos sabemos que la grandeza de una banda reside también en seguir caminando y entregando nuevas canciones, algo que Maná también hizo, logrando colarse así en los oídos de varias generaciones.

Esta postal familiar era una que se repetía constantemente el pasado 16 de febrero en el Estadio La Nueva Olla de Cerro Porteño. Ese día el reencuentro con Maná se daría con alrededor de 40.000 personas. Un gran número para entender el impacto de su música sobre todo en nuestra región.

Así estas familias, parejas y grupos de amigos llegaron engalanados con vinchas, remeras, algunas personas con coronas y maquillajes cual catrinas, personaje del imaginario popular mexicano en alusión al Día de Muertos. Es que Maná también presenta una estética con elementos bien mexicanos en toda su presentación, desde su afiche, pasando por su puesta en escena, sus colores, hasta sus visuales.

Tras una espera bastante importante después del tiempo pactado de inicio, las luces se apagaron y el estadio estalló en un solo grito. Maná vino con su arsenal de canciones inmortales, muchísimo carisma de su vocalista Fher Olvera, y toda la magistralidad musical de sus compañeros Álex González en batería, Sergio Vallín en guitarra eléctrica y Juan Calleros en bajo, pero junto a más músicos que agrandaban la propuesta: Juan Carlos Toribio (teclados), Fernando Vallín (segunda guitarra) y Héctor Quintana (percusión y coros).

El show duró alrededor de dos horas y en este viaje hubo de todo. Reflexión hacia el cuidado del planeta en que habitamos, sobre la sociedad en la que vivimos y los vínculos que cultivamos. Así, con ellos siempre hay momento para la meditación y para el romance, como la vida misma. Y lo hicieron sobre un escenario monumental, pantallas que acompañaban los diferentes climas con colores e imágenes alusivas, pirotécnica cada tanto y (lo que importa) música 100% en vivo.

Toda la primera parte fue una seguidilla de lo que puede ser el soundtrack de una vida. “Manda una señal”, “De pies a cabeza”, “Corazón espinado”, “Ángel de amor”, “Labios compartidos”, “¿Dónde jugarán los niños?”, “Vivir sin aire”, “Bendita tu luz”, “Mariposa traicionera” y “Se me olvidó otra vez”. Tuvieron así a la gente bailando desenfrenadamente, quizás saltando o escuchando atentamente, mientras veían pasar sus historias personales.

También en un momento pasaron a un escenario montado en el medio mismo del estadio, demostrando así su deseo de cercanía con el público. Este espacio más íntimo sirvió para temas acústicos, como “El Rey”, “Te lloré todo un río”, “Huele a tristeza” y “Eres mi religión”, entre bromas, historias, anécdotas e incluso la compañía de una fan sobre el escenario.

Por supuesto, Álex González tuvo su espacio para el lucimiento con un solo de batería que quedará para siempre impregnado en nuestros corazones. En ese momento el tiempo se detuvo y los corazones latían al compás de su ritmo. Su magistralidad, virtuosismo y técnica se unen para demostrar porqué es uno de los mejores bateristas vivos de la historia. Además, tuvo otro momento especial para cantar su himno punk “Me vale”.

También sorprendió a todo el público y con su iluminada presencia la guitarrista paraguaya Loida Liuzzi, quien compartió escenario con los Maná con una seguridad impresionante.

El último tramo Maná impactó con “En el muelle de San Blas”, “Clavado en un bar” y “Rayando el sol”, mientras otra estrella luminosa nos marcaba el camino de regreso a casa, con un concierto que quedaría inscripto en los anales de nuestras historias.

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