Caleidoscópico “Retrofuturismo”

Altamirano hace de sus sueños un postulado y lo presenta en “Retrofuturismo”, una radiografía a cabalidad de su esencia, su búsqueda y sus deseos, aquellos que empezamos a conocer desde que comenzamos a escucharlo en la escena de la música nacional. Pero el paso del tiempo, claramente, es como una regadera que desperdiga el agua de la creatividad para hacer brotar en él mismo diferentes ideas que fue cosechando en sus años de vida.

Por Mavi Martínez

Un inicio poderoso, con toda la distorsión propia del rock pesado se entrecruza enseguida con un Patrick rapeando en un desparpajo a pleno en “Santa Capadocia”, en colaboración con el artista YxYx. Scratches sobrevuelan y abrazan a guitarras que ascienden en espiral hacia una explosión, como una persecución, donde de pronto aparece el portugués, en tanto el artista nos va volviendo a presentar sus credenciales enraizadas a su multiculturalismo. Una tonada agradable, poderosa, un inicio musical que te pega en la cara desde el comienzo. Así abrimos la puerta de “Retrofuturismo” y empezamos a andar, nos subimos a la nave y navegamos por el espacio exterior, o a la carreta tirada por vacas y recorremos mansamente una carretera de arena, o subidos a una moto, a toda velocidad, descendemos por un serpenteante camino.

Ese camino, así, se nos presenta variopinto y pareciera que, con toda la intención de siempre, Altamirano ha hurgado en las bóvedas de sus recuerdos, sus sentimientos, sus ideales y sus anhelos. Así, como una flor al saludo del amanecer se abre “Soy” para continuar el viaje que por estos minutos se torna mid-tempo. Sobre el tablero del juego tiramos los dados y caemos a escuchar “Soy la esencia de un sueño infinito, la verdad que se esconde en cada grito” que canta Altamirano a viva voz, una voz un tanto desgarrada y con propósito, para hacernos notar que ese sueño, ese deseo es verdadero, es fuerte, prístino. Un final un tanto “dreamy”, unas líneas de bajo profundas, más distorsión, se mezclan sobre el mantra espiritual.

“Comienzo del fin del mundo” es una muestra de los recursos tecnológicos al servicio del arte en toda su expresión, algo con lo que Patrick ha demostrado siempre su curiosidad, como la de aquel niño que recibe un juguete por primera vez. Esto sirve de transición hacia la cumbia psicodélica “Cumbia todo cumbia” (del poeta y escritor paraguayo Christian Kent) en un claro guiño al tema “Todo cambia”, en una tonada que sin dejar nada entre líneas protesta en contra de la clase política corrupta y la falta de oportunidades para “los de abajo”.

“Joparajam” es otra patada bien rockera, donde en todo momento están presentes, como en toda su obra, las influencias de Triple Frontera que trajo Patrick Altamirano ya desde su era con Revolber. Claramente es su ADN y él no busca renegar de eso, borrar el pasado, ni mirar para otro lado. Aquí aparece como colaboración el pernambucano Lúcio Maia, quien por supuesto trae su impronta tropical a esta exquisita ensalada colorida que nos nutre y nos deleita.

Del frenetismo empezamos a descender (pero para bien) en cuanto a vibraciones y ritmo cardíaco. El sendero se torna cálido, místico y espiritual. “Yemanyá” nos sumerge en la delicadeza y la elegancia de un rap en portuñol que suma el brillo de una deliciosa cadencia especial para cerrar los ojos y olvidar el ruido exterior. Uno puede dejar caer los párpados, sentirse flotar y aparecer en una playa, sintiendo ese cálido sol que nos abraza y hace bien, porque es la energía que necesitamos. Esa “peli de Jean Luc Godard” también se nos hace presente como una aparición para recordarnos que sí hay momentos de paréntesis en este mundo caótico.

“DA DA (+ esencia – apariencia)” (¿otro guiño y, esta vez a “El estuche”, de Aterciopelados?) irrumpe como un torbellino de groove y reflexión, arrasando con todo a su paso. Temas como vivir en esta sociedad, el bullying, el materialismo, lo falso, son puestos en tela de juicio con palabras simples pero directas. Suman, justamente, su esencia las Kuña Street, en esta canción que por los temas expuestos condice con su tonada un tanto escalofriante, si se quiere. Pero, sí que nos recuerda que despertemos, algo que en lo que el disco también hace énfasis. Un grito de protesta en diferentes claves sonoras.

El tablero nos indica que seguimos avanzando. Otro casillero, nos hace entregar al aire una sonrisa de picardía, porque como si amaneciéramos en otra ciudad totalmente diferente, entre Misiones o Corrientes, emerge “Por Itaembé Costa. Con Ramón Méndez conocí al abuelo”, en una especie de chamamé del futuro, entre unos sapukái sampleados y bombos, que personalmente me hubiera encantado que sea más largo.

Pues, enseguida Altamirano nos indica que la siguiente jugada nos lleva a mecernos en lo relajado de “Alt+F4” que nos invita a bailar entre tiempo de cumbia y sintetizadores. Todo pasa parece ser la máxima de esta canción, que se suma al leimotiv de la obra, que navega entre estados como aceptar la vida como es, en cuanto a vínculos, pero por otro lado levantarse y no callarse ante las injusticias sociales (temas recurrentes en la obra Revolber – Altamirano).

“Ya está, ya fue (Mi Laiá Laiá)” cierra la obra y en compañía de Ale Favián y Pablo Blaya, como poniendo la firma al postulado que atraviesa al espíritu del álbum: compartir, disfrutar la vida, pero tampoco ser indiferentes. Perdón, pero no puede no remitirme a la tonada de “Chica Tutuka” (quizás sin querer o queriendo puede ser una parte dos, cual seguidilla de los “Anthem” de Blink-182).

Pero vuelvo al título del álbum: “Retrofuturismo” y solo puedo pensar en que es un subrayado de toda la carrera del artista, una mirada analítica a su presente y un trazado del camino por recorrer entre lo anhelado y los desafíos. Altamirano no reniega de sus inicios, sus raíces, la banda que le dio un lugar en la escena de la música nacional. Asimismo, nos demuestra que todo el tiempo fue el cerebro de esta mixtura triplefronterística.

Por supuesto, todas las ideas musicales se engrandecen al contar con un equipo de gran nivel. Un nivel logrado a través de la pericia por afinar y afilar las ideas. En esta odisea el artista presenta a su banda Retrofuturista con Marcelo Soler en la batería, midiman y coros; Alejandro Favián en el acordeón, teclados y coros; Rolfi Gómez en teclados; Seba Centurión en guitarras y Juanpa Giménez llevando el ritmo en el bajo.

Además, (nuevamente por supuesto) hubo más gente involucrada en esta travesía, como Loopnatic, Robert Bernal y Carlos Dentice (quien colaboró en guitarra electroacústica en Yemanyá y quien también tuvo la gran responsabilidad de mezclar el trabajo, generando obras sólidas y coherentes dentro de la diversidad). En tanto, la masterización la realizó Juan Romero, cerrando firmemente el círculo.

Poner la firma a la pluralidad

Altamirano mira con gratitud a las banderas que portan sus progenitores. Madre brasileña, padre argentino. Él, paraguayo. La mezcla de colores es, a propósito, necesaria para pintar paisajes más esperanzadores, donde los trazos se entremezclen sin dar lugar a las líneas imaginarias que separan radicalmente las cosas. Llevar esa mezcla en su ADN fue y sigue siendo su mayor orgullo.

Necesitamos realmente artistas que reafirmen sus búsquedas. Que experimenten, pero que sobre todo sigan sus corazonadas y sus más profundas inspiraciones. Esto es imperioso en un presente en el que la gran industria de la música busca sacar dinero de artistas sin inspiración y a quienes puedan manejar. En todo esto es, Altamirano, ese postulado necesario de abrazar la identidad forjada sin dejar de mirar al futuro, un futuro en el que los deseos se puedan materializar, siempre con los sueños vibrando en la misma sintonía que esos anhelos del corazón.

Fotos: Guti González @gutigonzalez_py

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