Tierra a la vista: dominantes y dominados atravesados por la cultura

Un día un amigo me preguntó… “¿Por qué no hay bandas como Gorillaz en nuestra ciudad?” Ese fue el disparador, un viernes de madrugada. Surgieron algunas ideas en mi mente para contestar tal interrogante, pero la más acertada fue la de un acercamiento a la historia. Esta historia deja entrever quiénes ejercieron la violenta dominación a pueblos originarios, a culturas de una riqueza inmensurable despojadas de su identidad; derramando ríos de sangre en pos de un saqueo descarado y… la música. Como tantas ramas artísticas, se vio expropiada con mucha vileza.

Por Félix Amadeo

Todos sabemos cómo termina el cuento: Colón, junto a su equipo, llegó y “descubrió” América en son de paz. Luego ellos procedieron a exterminar, excluir y demonizar las costumbres de los nativos americanos. Por otro lado, los afroamericanos del mundo fueron vendidos como esclavos durante mucho tiempo. Solamente desde la mirada subalterna, afectada y sin ningún tipo de derecho a vivir en libertad pudieron nacer géneros tan revolucionarios como el blues, rock and roll, afrobeat, hip-hop, entre otros.

Algunos dominan durante más siglos que otros, pero detrás de la cortina, moviendo hilos que succionan el folklore de los pueblos, podemos encontrar y distinguir a Reino Unido con su imponente importancia hacia una cultura aglutinadora. La tendencia siempre la marcan ellos. Aunque sabemos que dicha novedad le roba a los países dominados sus costumbres o sonoridades, nadie jamás puso en jaque tal accionar. Desde el mainstream capitalista se celebra ciegamente.

Hagamos un ejercicio: el blues nace en Estados Unidos como protesta social de los afroamericanos ante periodos oscuros de esclavitud, discriminación racial, estigma por color de piel, entre tantas otras problemáticas generadas por el pensamiento supremacista ario. En Nigeria surgió el afrobeat gracias a Fela Kuti, denunciando la cruenta dictadura con jams interminables, tildando a los militares de zombies, cambiando el curso de la historia mediante música. Estos son ejemplos claros de raíces combativas, pero… ¿y si te digo que estos orígenes fueron suplantados para encajar en la dialéctica de la industria pop?

Los Beatles, considerados la banda más grande de todos los tiempos, son británicos que absorbieron la cultura del rock and roll y blues subversivo. Perfeccionaron una sonoridad extranjera para darle forma a las lógicas del mercado imperante. Este mercado es el monstruo que dirige la dirección de la industria musical hasta nuestros días. Cambia de intereses tanto como de figuras, adaptándose a los tiempos digitales de hoy en día. Nada ocurre al azar, son tomas conscientes de las lógicas imperialistas, coloniales o neocoloniales.

El modus operandi es el mismo, lo apliques en la década que quieras. Paul McCartney viajó a Nigeria para grabar el mítico álbum Band on the Run” de su agrupación Wings. Frecuentando el club que manejaba Fela Kuti, tomó las sonoridades del afrobeat para componer canciones cargadas de rítmica de tintes africanos, pero con una imponente sonoridad pop. Ni hablar si saltamos de década a los años 80’s para reconocer que el ska no fue un género nacido en Reino Unido, pero todos sabemos que The Police se popularizó tomándolo desde “Regatta De Blanc”. O sea, literalmente: “Reggae de blancos”.

¿A qué quiero llegar con todo esto? Bueno, primero claramente distinguimos la impronta británica al fagocitar lo que otros países impulsaron. Entonces, retomando la pregunta que mi amigo planteó al principio del texto, voy a demostrar que Argentina representa el caso inverso: se toma lo que los dominantes absorben para resignificarlo y hacerlo propio. Grandes referentes musicales ha generado Argentina: Astor Piazzolla, Luis Alberto Spinetta, Charly García, Gustavo Cerati… y la lista sigue. Arte prolífico. Vamos a detenernos en los casos puntuales de dichas figuras emblemáticas. Casos en los cuales la influencia inglesa es innegable, pero toma el rumbo de raíz e identidad propia, hablando de los tópicos que le importaban a la sociedad argentina en dichos contextos históricos.

El primero es mundialmente reconocido por llevar el tango argentino al reconocimiento intercontinental. Mezclando lo autóctono genera unas sonoridades que se asemejan al jazz con un vuelo europeo. Segundo, Spinetta toma la influencia de los Beatles en Almendra y de Led Zeppelin en Pescado Rabioso. Tercero, Charly es marcado por los Fab Four, luego absorbe el rock progresivo de Génesis o Yes, en La Máquina de Hacer Pájaros. Ni hablar de que Serú Girán fue apodado como “los Beatles criollos”. Cuarto, nos queda hablar del mítico Gustavo Cerati. El hombre alado, ese joven de raros peinados nuevos llamado Gustavo, puede definirse como esos artistas que siempre supieron leer y reinterpretar lo que la novedad ofrecía para adaptarlo en un sonido tan único como propio. Supo leer a The Police en los 80’s junto a Soda Stereo. Afirmamos además que Cerati previó el shoegaze de Loveless y en menos de un año publicó el mítico Dynamo”, exponente del género para Latinoamérica. Además, como solista siempre marcó vanguardia al usar samples en sus canciones.

Volviendo al caso de Gorillaz y por qué no hay bandas sonando así en Argentina, tenemos que destacar lo obvio, eso que para muchos permanece invisible en plena vista. Damon Albarn entendió todo. Su proyecto colectivo/audiovisual se jacta de ese poder dominante para correr (o denunciar) al ejecutor del cuadro. En un acto que graciosamente podría denominar “argentinizar su accionar”, le da protagonismo a esas culturas que su pueblo extermina y tacha (Tatcher, guiño guiño), reivindicando lo que los oprimidos quieren comunicar en primer lugar. Gorillaz es el proyecto de los marginados, los sin voz, donde el foco está en los raperos latinos, las sonoridades del mundo, el grito de los silenciados.

En su paso por Argentina invitaron a Trueno al escenario. Tuvieron de colaborador a Tony Allen, impulsor del afrobeat junto a Fela Kuti. Cantaron con la colombiana Kali Uchis, con afroamericanos… y la lista sigue y sigue. Pero no hay ningún rastro de apropiación o sello netamente inglés. Damon se ríe en la cara del conservadurismo que le brinda su nación, lo deconstruye.

Por supuesto, este artículo no pretende demonizar los logros de artistas como McCartney, los Beatles, The Police ni tantas otras eminencias inglesas que he nombrado. Al contrario, es sabido que ellos sienten un legítimo respeto por otras culturas y creo firmemente que no les enorgullece el pasado de su país. Son parte del bagaje de la música universal.

 En definitiva, podemos decir que la teoría queda confirmada: hay dominantes que saquean identidades, como también dominados que recuperan dichos robos para hacerlos algo genuinamente autóctono. El ciclo cierra por todos lados. “Ya llegan las postales del Paraguay, ya llegan las noticias cruzando el mar” nos canta Charly García en “Ojos de Videotape”. Y sí. El mundo parece que gira al revés.

Anterior
Anterior

Música Spooky - Parte 3

Siguiente
Siguiente

Laura Pérez: abrazar la tristeza sin miedos