Sufjan Stevens crea con “Javelin” una joya coral, orquestal y electrónica de grandes proporciones

En una realidad donde hay un bombardeo constante de estímulos musicales pasajeros, Sufjan Stevens emerge con un viaje sonoro y emocional que invita a parar por un instante, mirar y apreciar lo que nos rodea (o también mirarnos a nosotros mismos, hacia adentro). Con estas diez canciones, el artista parece querer llevarnos a un lugar donde nada duele y todo está bien.

Un disco que transmite esa melancolía de un domingo que va terminando y al mismo tiempo un atisbo de esperanza, de esos días en que esperamos en que por un momento todo esté en calma, donde los fantasmas de la mente no acechen y los problemas cotidianos desaparezcan.

Sufjan sabe cantarle a la naturaleza del amor humano desde una perspectiva consciente, desde ese pensamiento que sin importar cuan grande puede ser un dolor, entiende que el amor es luz en la vulnerabilidad del ser y una poderosa fuerza que da sentido a todo. El artista afirma también, con vehemencia, sus pensamientos sobre la finitud de la vida.

El artista originario de Detroit nos recuerda que es uno de los mejores cancionistas del siglo con un trabajo que se eleva como un templo de sonidos y texturas brillantes, en un registro chamber-folk con el que crea marcos épicos, grandiosos y espectrales, con su voz y coros de grandes proporciones emocionales.

Con “Javelin” retoma su trabajo en solitario desde “The Ascension” (2020) ya que en el medio ha lanzado trabajos colaborativos como por ejemplo el último, en abril, llamado “Reflections” para una obra de ballet del coreógrafo Justin Peck. De alguna manera es también su vuelta a esa raíz que plasma en “Carrie & Lowell” (2015) pero que expande con solvencia mostrando su amor hacia el pop barroco y los elementos electrónicos.

“Goodbye Evergreen” es un simple pero brutal comienzo, que reposa al inicio sobre una especie de canción de cuna que mece una voz rota y al borde del abismo. Lo que era una balada de piano plagada de texturas vocales se transforma enseguida en un arrebato sonoro de demencia, como si los fantasmas de un adiós definitivo estuvieran gritando adentro de su cabeza.

“A Running Start” trae consigo ese sonido de trabajos anteriores como “Illinois” o el consagratorio “Carrie & Lowell”, donde esa tonada folk se hace presente como marga registrada de sus raíces, pero también está cada vez más confirmada la grandiosidad musical de este artista para hacer de cada canción un tejido de banda sonora de cualquier momento de la vida.

“Will Anybody Ever Love Me?” se pregunta más adelante sobre ese banjo característico que atraviesa a toda su discografía como un sello de su mirada musical, mientras que “Everything That Rises” se erige como una balada en clave alt-folk pero que nos va sorprendiendo a medida que avanza porque, al igual que las otras canciones, se van sumando armonías y paisajes que dan a la canción una epicidad extraordinaria.

“Genuflecting Ghost” se desarrolla sobre una voz que suena frágil pero poderosa (sí, así de contradictorio como suena es como se siente lo que transmite la voz de Sufjan). La orquestación de esta canción adquiere, como en casi todo el recorrido del álbum, ese componente de grandiosidad entre algo de carácter sinfónico en un cruce con lo electrónico.

“My Red Little Fox”, su coro angelado y su percusión centelleante, se arremolinan en esta que es, quizás, la canción más preciosa de este álbum que nunca decae, sino que va creciendo y sorprendiendo con la capacidad que tiene el artista de hacer de la música algo glorioso.

“So You Are Tired” explora en la belleza de lo lúgubre que queda tras una ruptura, en la aceptación de lo que no se puede revertir y solo empuja a aceptar. Es ese paseo por la cuerda floja del “soltar” para reconectar y seguir caminando hacia adelante. Esto se plasma con un piano que no deja de sonar todo el tiempo, como pasos que no se detienen.

“Javelin (To Have And To Hold)” es una breve y cruda canción. Delicada en su forma musical y en sus elementos pero que en su lírica, profundiza sobre lo terrible de tener y retener (algo o, seguro, alguien).

En “Shit Talk” uno se queda sin palabras y cree que esta tendría que haber sido la elección para cerrar este disco como un luminoso broche de oro. Esta sinfonía dividida en varias partes nos sumerge de lleno en el paraíso que representa la mente musical de Sufjan, un ser capaz de crear una canción de más de 8 minutos contando algo nuevo todo el tiempo y cerrando todo como con un péndulo sonoro que te hipnotiza y te deja flotando.

Pero al oír “There’s A World”, el esperanzador cierre, todo cobra sentido. Un cover de la canción original de Neil Young llevado a ese campo de entrañable neofolk de este cancionista, quien deja con este disco una huella imborrable en su discografía personal.

Además de escribir, producir y tocar la mayoría de los instrumentos, Sufjan es el autor de toda la obra gráfica que acompaña al álbum, incluida la portada y el libro de 48 páginas con collages y ensayos.

Hacia una luz

El mes pasado, Sufjan había revelado que le habían diagnosticado el síndrome de Guillain-Barre, que le impide caminar normalmente, por lo que en redes nos muestra cómo va recuperándose lentamente en un hospital. Además, en un reciente post de Instagram hizo otra revelación, que “Javelin” estaba dedicado al amor de su vida, Evans Richardson IV, que falleció en abril pasado.

Con todo esto, uno se queda sorprendido de cómo la crudeza de la vida ha atravesado a un ser tan sensible, creativo, solo pudiendo pensar que su fortaleza reside en su sensibilidad para ver las cosas buenas de la vida, a pesar del dolor. Como diría la canción de Neil Young: “Mira a tu alrededor, ¿lo has encontrado caminando por la avenida? Mira lo que trae, podrían ser cosas buenas en el aire para mí y para ti”.

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