Flou hace estallar la Manzana de la Rivera en mil pedazos de potencia

Involucrar a la gente a ser parte del armado del setlist de un concierto es también una declaración de lo importante que es la relación banda-público. Eso es algo que entiende muy bien la agrupación paraguaya Flou, que cada año sorprende con shows de todo tipo, desde bares a teatros, pero siempre manteniendo una vara muy alta.

Texto de Mavi Martínez - Fotografías de Kevin Cabrera

Esta vez, muy al estilo “Metallica By Request”, abrieron el portal de las elecciones a la gente, dejando que las personas elijan sus canciones favoritas de sus 5 álbumes de estudio. Lo que sucedió dio paso a un viaje en el tiempo, donde Flou se dio el gusto de reflotar joyas escondidas de todos los tiempos, que sonaron pulidas y demostraron ser diamantes preciosos. Ellas acompañaron a los hits inmortales, esas canciones que hoy por hoy ya son verdaderos himnos del rock paraguayo.

Con este concierto, Flou ha plantado con más firmeza aún una bandera que la defienden muy bien, la de ser una de las mejores bandas del rock de nuestro país en todo sentido: musical, escénico y emocional, algo no muy fácil de lograr en este pedazo de tierra donde las oportunidades son escasas y los escenarios para desarrollarse y crecer, también. Pero de las dificultades ellos saben hacer virtud y demostrar que no todo está perdido, Paraguay destila rock y presencia.

De esta manera, este grupo humano conformado por Walter Cabrera (voz), Guille Gayo (batería), Fede Wagener (bajo) y Bruno Ferreiro (guitarra) no se agota con el paso del tiempo. Es más, demuestran que sus ganas por compartir la música que crean con la gente son imperecederas. Por eso, generan ocasiones tan especiales como las de este concierto que ha sorprendido porque pocas veces se vio aquí algo parecido, donde el público es un Flou más eligiendo los temas.

El grupo pidió que el público elija 15 temas y ellos agregaron 5 más, para tener en cuenta los hits que no pueden dejar de sonar. Con todo esto preparado, la cita fue el pasado sábado 14 de diciembre en la mítica sala García Lorca de la Manzana de la Rivera, que durante muchos años ha sabido ser un histórico recinto para conciertos sobre todo de metal, por lo que esta locura rockera no le sería ajena esta vez.

La sala llena de gente hervía, incluso por el calor dando la sensación de sofoco. Pero era tanta la adrenalina y el deseo de presenciar este evento único, que la gente se amontonaba igual, se movía de un lado a otro e incluso encontraba espacio para saltar bien alto, porque solo se podía crecer.

Así, pasados unos minutos de las 22:00 las luces se apagaron y el griterío no se hizo esperar, así como tampoco tardó en transformarse esa oscuridad en música, entre las campanadas y guitarras que marcaban el inicio de “Tanto y nada”, canción a la que siguió “Mea culpa”. Mientras uno podía quedarse colgado, impresionado mirando al público cantando letra por letra, a garganta pelada, a gritos que destrozaban cualquier bajón. Y ellos ahí arriba tocando, entregados, pero también por momentos mirándose entre sí y sonriendo, quizás siempre sorprendiéndose así de sus hazañas, como esta, porque creo esencial no dejar de lado nunca el sorprenderse y conmoverse.

“Nada que esperar” llevó a la gente a ascender hacia una espiral de locura, entre saltos, hasta un cántico maravilloso que dice: “Borombombom, borombombom, el que no salta no es de Flou”. Y saltábamos todos, porque todos nos consideramos el quinto Flou. Saltaba el público, compuesto por fans encendidos, saltaban las hijas de los Flou, también los grupos que venían de lejos y agitaban sus banderas, agitaban las familias, todo era fiesta y emoción alrededor de la música.

Así siguieron con “El recuerdo aquel” y “Delirio”, en este clima impresionante, indescriptible, de euforia total incontenible. Una energía que sin dudas llegaba hasta la banda que parecía recibir todo con gratitud para devolver magistralidad, cada uno desde el lugar que supo tomar. Bruno con su energía y sus pasos por el escenario, el que recorre firme y seguro; Guille al fondo recordándonos que es uno de los pilares fundamentales y el ritmo que descolla con precisión en Flou; Fede disparando líneas de bajo que pegan en el corazón, invitándonos también a quedarnos hipnotizados ante esos sonidos graves y virtuosos. Todo eso junto a la potencia en la voz de Walter y en el carisma que tiene para domar a la bestia: un público enardecido que no daba tregua.

“Este tema no creíamos que iba a entrar, hace mucho no lo tocamos”, dijo Walter antes de hacer “Amarrame a tu ser”. El set siguió con “Dejarse llevar” y “Restos”, ya con el cantante tomando una guitarra y casi desmembrándola de tanto poder y entrega, entre tanto el setlist venía siendo un verdadero paseo de saltos en el tiempo, yendo de un disco a otro y sacando a flote para la gente recuerdos de tantas épocas.

Así el recorrido continuó, como si se tratara también de un tablero de juegos de piezas correctamente ubicadas, entre la intensidad llena de texturas de “Volveré a nacer”, “Luna gris” o “Contra el viento” hasta el rugido que representan ser “Mi centro” y “En mil pedazos”. Ese tablero proponía también un juego, donde uno podía avanzar o retroceder y ver qué sorpresas deparaba ese lugar al que caíamos, mientras Flou tiraba los dados. Sonaron así “El túnel”, “Cada vez”, “Sueño en complicidad” y “Dejar morir al tiempo”, en tanto la recta final se acercaba y la gente seguía en carrera, sin cansarse y sin desear ese final.

Es que esa emoción era tan palpable que podría jurar que el techo estaba por volar, que el lugar estaba por explotar o que, sin ir más lejos, el aire acondicionado no daba abasto a aplacar el calor que se generaba. El sudor, los cabellos volando, remeras siendo revoleadas, banderas flameando, todo esto era el paisaje que se armó con este concierto, en aquel sábado en aquella sala que supo contener el éxtasis de cientos de almas, entre luces de colores que salían de una imponente y original estructura sobre el escenario.

Esas almas que sin dudar supieron estallar, sin cansarse, cuando en seguidilla sonaron “Si pudieras esperar”, “Ansias” y “A tu lado”, coronando una noche llena de recuerdos traducidos en música, en letras que expresan los sentires de varias generaciones que hoy disfrutan de Flou. Desde aquel que era un adolescente cuando salía “Ataraxia” y que quizás hoy por hoy es acompañado por hijos o sobrinos o también por los mismos amigos de siempre. Porque la música es eso que se transmite con amor de generación en generación y de ser así, nunca podrá morir. Porque también es algo que se cultiva caminando paso a paso con la banda, siguiendo sus locuras a donde sea y por el tiempo que sea, y porque el tiempo justo es este presente donde Flou suena más afilado que nunca.

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