Foo Fighters recorre las fases del duelo en un álbum crudo y espectral

Perder a alguien de este plano físico es un arrebato a la estabilidad, un golpe bajo a todos los sentimientos, un túnel oscuro que parece no tener salida, una injusticia en vida y, en algún punto del trayecto, una enseñanza. Muchas cosas pasan cuando perdemos la presencia de una persona. Si hay palabras para etiquetar sentimientos, son casi todos, porque es un carrusel de estos estados en los que un ser humano se ve sumido.

Esta tragedia impactó en los Foo Fighters un 25 de marzo del año 2022 cuando el baterista Taylor Hawkins fue encontrado muerto en su habitación de un hotel en Bogotá, Colombia, país en el que debían actuar en el marco de una gira sudamericana que también pasó por Paraguay. Por las condiciones climáticas, recordemos que su show aquí fue cancelado. Pero fue Taylor el único que salió a saludar a los fanáticos paraguayos.

Como si eso no fuera suficiente dolor, el 18 agosto de ese mismo año fallece Virginia Grohl, madre de Dave, líder de los Foo Fighters. El también baterista era muy unido a ella, incluso habían estrenado juntos una serie de televisión llamada “From Cradle To Stage”, título que nombra a un libro escrito por ella, quien fuera docente por tres décadas.

Luego de la tragedia de Taylor, el grupo se llamó a un completo silencio. Pareciera que los integrantes habían desaparecido de la tierra y es que, es lo lógico que uno no sepa para dónde correr en momentos como ese. Por el lado del público, solo quedaba recuperarse del shock. Hasta que la banda reaparece para anunciar unos conciertos en homenaje a Hawkins.

El primero fue realizado en septiembre, en Los Ángeles, donde aparecieron un gran número de invitados estrellas y amigos de Taylor. Pero fue un momento cumbre de toda emotividad posible cuando al momento de interpretar “My Hero” (Mi héroe) los palillos pasan a manos de Shane Hawkins, hijo del fallecido artista.

Todo lo que uno podría sentir desde una experiencia personal o desde la empatía, afloró en ese momento al ver cómo un pequeño se hizo gigante. La batería cobró dimensiones fuera de lo habituales, expandiéndose y volviéndose a cerrar como un corazón bombeando a todo dar. Cerca de otro shock. Dave había dicho en esa ocasión que nunca había visto a nadie tocar como Shane.

Habiendo terminado esto, era moneda corriente pensar qué sería del futuro de la banda. Cuánto tiempo les tomaría volver a editar un álbum o incluso, quién recibiría el puesto de batería, zapatos difíciles de llenar.

Es como un hecho que a partir de la tragedia, de una necesidad de también mirar para adelante no solo en cuanto a la vida sino en cuanto a sonido, y desde el cultivo de nuevas emociones que han brotado en toda esta montaña rusa, es de donde nace “But Here We Are” (Pero aquí estamos).

Es verdad que un artista no está obligado a demostrar nada, más bien todo lo que hace debería ser idealmente producto de la organicidad pues es allí donde se intuye lo honesto. Pero claramente esta es también una necesidad, no de defender un statement de “aquí estamos” ni mucho menos, sino de intentar decir, tal vez, para que sirva de refugio una vez más a otros, que la vida sigue también a partir de la tragedia y el dolor. Que estos sucesos pueden ser detonantes para hacer florecer letras, melodías, como un elemento de catarsis, una característica muy puntual de este nuevo álbum.

Después de todo “aquí estamos”

Hay mucho de valentía en saber atravesar el dolor sin hundirse y Dave Grohl sí que sabe de eso. Recordemos que Foo Fighters aparece para él quizás como un catalizador, tras la devastadora muerte de Kurt Cobain, su hermano de vida en Nirvana.

Ese proceso de atravesar un duelo tras perder a alguien no es algo que se aprende como materia en el colegio. Es una instancia a la que la vida nos arroja. Este proceso está plasmado, como una cirugía a corazón abierto, en “But Here We Are”, un trabajo notablemente lleno de dolor, inexorablemente transparente y visceral.

Sonoramente no busca ser algo específico, sino más bien nutrirse de homenajes al clásico sonido Foo Fighters, pero por momentos exagerando de recursos no tanto como un planteo estético sino como una catarata de emociones que buscan salir por algún lado y de algún modo.

Las canciones que abren el disco son “Rescued” y “Under You”, que ya habían sido lanzadas el 19 de abril y 17 de mayo respectivamente.

Con el primer tema los Foo nos confirmaban su regreso. Catártica desde las venas, los riffs llenan la canción sin dejar espacio para tomar aliento, escupiendo en todo momento golpes de energía, un desquite, el primero con el que cuentan a la gente lo que sintieron (It came in a flash, it came outta nowhere). La batería demencial, grabada por Dave como todas las del disco, nos llevan a reconocerlo sufriendo así como en todo lo desgarrado de su ser y de su voz, quebrada y afectada.

“There are times I think it's over, there are times I can't recover. Sometimes I just don't know what to do” reza el coro de “Under You”. Los Foo son humanos, como todos. No saben qué hacer entonces hacen lo que saben: música. Una melodía conciliadora sirve para esta obra donde la guitarra parece correr sin descanso, buscando en algún más allá una respuesta.

De este par de canciones que contienen un notable brillo sonoro, el álbum salta a una identidad mucho más oscura con el tercer track “Hearing Voices”, donde las guitarras se tornan espectrales así como el canto de Dave, que denota la desesperación de la pérdida y la necesidad de consuelo, como nadando en la incertidumbre. Sobre el final el tema completo va a fade para dejar solo la guitarra y la voz de Dave en crudo, pudiendo ser una toma de una maqueta, como poniendo sobre la mesa lo perdido que está.

“But Here We Are” es el cuarto tema donde el vocalista nos reafirma que en estas canciones dejó el alma. Su voz, una vez más, está rota. La banda, además, pone en cada segmento toda su grandeza, corporalidad y sentimientos. Este es, definitivamente, el nuevo explosivo himno de los Foo, que de seguro en los shows roba gritos y lágrimas.

“I see my reflection in you, see your reflection in me. How could it be?” se pregunta el cantante en la balada “The Glass”, que descansa por unos minutos de todo el frenetismo en el que veníamos viajando. El grupo recobra el aliento para mecer al oyente con esta poderosa obra que sigue buscando respuestas sobre quien ya no está.

Llena de distorsión y furia llega “Nothing At All”, canción que estrenaran en el vivo donde también nos contaron que Josh Freese tomaría los palillos tras la batería. Claramente una canción que atraviesa por la angustia que viene de la mano con la aceptación de vivir con la pérdida.

“Show Me How” continúa el viaje de una manera brillante, con la aparición de la tersa voz de Violet Grohl, hija de Dave. Este fue el último y tercer corte que el grupo anticipó, donde la lírica se reconcilia un poco con la idea de seguir adelante como se pueda (I'll take care of everything from now on), no sin aceptar que aún uno puede sentirse perdido.

No todo puede tener explicación y lo humano entiende que eso es la muerte. Eso está plasmado en “Beyond Me”, otro track mid-tempo y pendular que se sostiene por la irreverencia de las guitarras y explosivas líneas de bajo.

Así los Foo llegan al noveno y penúltimo track llamado “The Teacher”, una clara referencia a la pérdida de la madre de Dave. Esta es, comprobadamente, la canción más larga de toda la historia de la banda (dura 10 minutos y unos segundos). Es la prueba fehaciente de cómo una banda se puede armar, desarmar y así sucesivamente. Este no es un experimento sino un reflejo del alma diseccionada de la banda que una vez más se hace preguntas. Sobre una guitarra nítida que hamaca nuestro corazón entran voces fantasmagóricas que abrazan la principal.

“When will I wake up?” dice antes de arremeter con una primera parte que “termina” hacia los 4 minutos pero vuelve a empezar, casi como un ensayo de diversas posibilidades y caminos por recorrer. Al minuto vuelve a frenar para que las voces aparezcan como una pesadilla. “Show me hoy to say goodbye” pide a gritos Dave hacia el final, con una voz sangrante que se da un golpe tropezando por una pasaje distorsionado pero finalmente aprendiendo a decir “Goodbye” después de esa tormenta que lo perseguía.

Este pudo haber sido fácilmente el cierre de un disco tormentoso y tristemente poético, pero Dave decidió dejarse poseer por los fantasmas de Elliott Smith o Nick Drake, para uno de los finales más gloriosos de un álbum brutalmente desgarrador y crudo, pero que reconoce en la música, la familia y los amigos la fuerza para seguir, algo plasmado en “Rest”.

Él se canta a sí mismo una canción de cuna para sacar afuera el último aliento de tristeza y desolación. Pero un atisbo de esperanza atraviesa repentinamente la obra, que entre lo acústico y eléctrico condensa a la perfección este pedido de “You can rest now” que se erige como mantra en espirales de más distorsión que pegan directo al corazón.

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