“Una sola primavera”: un poema a esa revolución llamada libertad

La libertad permite al ser humano obrar según sus propios pareceres y principios. Pero existieron ciertos acontecimientos históricos en el mundo, así como en Paraguay, donde durante las épocas más oscuras esa decisión de libertad estaba en manos de los más poderosos (casi igual que ahora). Así, esa dinámica de opresor-oprimido ha aparecido a lo largo de la historia de la humanidad, siempre como algo indignante, fruto de grupos sociales que han atropellado derechos, haciendo imperantes las injusticias y los actos de corrupción.

Por Mavi Martínez

Imágenes gentileza de la producción

Todo este preámbulo sirve para poner en contexto social e histórico la película “Una sola primavera”, una coproducción entre Paraguay y Argentina, dirigida por el argentino Joaquín Pedretti, quien se basó en la historia de su abuela.

El filme está ambientado en una Asunción de 1947, en plena guerra civil. Este escenario político marca la vida de Nina, una joven de 20 años con el sueño de convertirse en cantante. Sin embargo, cuando su familia revolucionaria se ve obligada a huir, Nina se queda y debe adaptarse a su nuevo rol como criada en la casa de sus parientes opositores y conservadores.

Decidida a luchar por sus ideales, se involucra en la liberación de presos políticos y se enamora de uno de ellos, lo que la lleva a tomar la arriesgada decisión de escapar, no solo de la casa y la guerra, sino del país entero.

El cruento escenario es la denominada Revolución del 47, la última guerra civil en Paraguay que dejó una profunda huella en la historia de nuestro país. Comenzó el 7 de marzo de 1947 y culminó en agosto del mismo año, dejando un saldo de aproximadamente 30.000 muertos y un exilio masivo, principalmente hacia Argentina.

Libertad caleidoscópica

La actriz paraguaya Majo Cabrera, quien compartió pantalla con Robert De Niro y Luis Brandoni en la serie “Nada”, encarna a Nina, la protagonista de esta historia. La acompañan los actores compatriotas Salma Vera y Ever Enciso, este último destacado en la serie de Netflix “ADN del delito”, y el argentino Mauricio Paniagua, conocido por su papel en la serie “Monzón” de Sony. También forma parte del elenco Miguel “Paletita” Romero, reconocido actor paraguayo que participó en películas como “7 cajas”.

Nina es osada, valiente, decidida y, sobre todo, resiliente. Pero entre esos pliegues Cabrera sabe pintar con matices claroscuros también el miedo, la desesperanza, la rabia, la angustia y el terror propio de vivir en una época donde las libertades estaban condicionadas a ser serviles a un poder opresor. Más aún con el hecho de ser mujer en aquella coyuntura, donde los roles estaban relegados al servicio y, en el peor de los casos, a estar a merced de las decisiones de lo que los hombres podían hacer con el cuerpo de una.

En medio de la vorágine sentimental, porque ante todo Nina es una mujer soñadora, apasionada, brillante y tierna, se superponen los acontecimientos que la llevan a querer tomar la decisión de escapar de un país en el que no existían las garantías de poder coquetear aunque sea con la idea de ser plena y feliz en el desarrollo de sus sueños. Durante toda la película ella persigue esa ansiada libertad.

Ese deseo de huir es palpable a través del trabajo físico de Cabrera, quien le pone cuerpo a todas las emociones que atraviesan su corazón y su alma. De manera exacta pero magistral ella resuelve todos los desafíos que le puso el director con un guion hilvanado de forma delicada y atenta, que nunca cae en el sentimentalismo barato ni en la lágrima fácil. A veces los llantos eran internos y eso podía verse a través de sus ojos que gritaban ¡auxilio!

Los barrotes de la cárcel que guardaban tras sus paredes a los presos políticos también excedían los demás espacios, incluso la calle era un lugar donde no había libertad, porque en cada momento en que Nina iba y venía, uno podía temer por su vida, ya que ni estando “libre” estaba segura. Tampoco en la casa donde terminó quedándose, con sus tíos, había plena libertad. Todo el tiempo el juego del gato y el ratón era algo que sobrevolaba con pesar ese edificio.

A la par de las búsquedas de Nina, se desarrollaba la historia con su hermana Chichi. Su vínculo estaba profundamente marcado por el sometimiento de obediencia que ella sí cumplía, claramente por obligación, pero asumiendo con resignación que no le quedaba otra alternativa de vida. Pero ese amor profundo entre ambas estaba sutilmente presente en los subtextos de las miradas, en los reclamos, en los abrazos e incluso en los enojos. Chichi también vivía sus deseos mucho más internos y menos a la vista que los de Nina, pero era muy fácil dilucidar que su procesión interna era asimismo compleja, por las contradicciones que la habitaban en aquella sociedad conservadora.

Este dúo elaborado entre Majo Cabrera y Salma Vera es un deleite que quedará para la historia en esta película, cuya necesidad era las de dos actrices que entiendan que Nina y Chichi eran dos almas atormentadas por fantasmas presentes a su alrededor, dos personas que debían mantenerse con entereza en un tiempo que podía quebrarte si no tenías bases sólidas para convivir con el terror, un terror que se construía a base de injusticias muy notables.

Cabrera y Vera fueron arropadas por un elenco sólido, donde todos brillaron por las luces y sombras de personajes en gran medida duales dentro de todo lo que acontecía. Ni héroes ni villanos, en tiempos donde todos debían aparentar el ser. Ever Enciso como el tío lleno de maldad y sin escrúpulos, Mauricio Paniagua como el preso que sacó ventaja del amor y “Paletita” Romero como el dueño de un bar de dudosa reputación, también tuvieron que asumir las complejidades de sus destinos, en una película donde la acción, la tensión y el suspenso estuvieron presentes en todo momento. Ahí cuando se necesitaba, ellos supieron aportar grandes cuotas de impecables actuaciones.

Así la libertad se presentaba como la zanahoria perseguida por el conejo. Cuando más cerca parecía estar, más dificultades se entrelazaban ante nuestras protagonistas. Y hablamos de no solo esa libertad para decidir qué ser o hacer, sino la libertad de sentir estar del lado correcto de la historia, de los luchadores, de los revolucionarios. Hablamos no solo de la revolución política y social, sino de la revolución del amor, la revolución de admitir ser quien soñamos: cantante, actriz, lo que sea. Pero todo esto en aquel contexto era aún una revolución gigante porque ¿cómo una mujer podría tener la osadía de decidir por su cuerpo, por su futuro, por sus deseos, por sus metas? Nina encarnó la revolución en todas sus acepciones y ese deseo de romper las cadenas opresoras es un mensaje que traído al presente sigue vigente.

“Una sola primavera” nos dice que la revolución la hace cada uno, ya sea solo o en comunidad. Revolución es animarse a ir contra la corriente, a simplemente ser en un mundo que busca marcarte constantemente cómo vivir y, lo que es aún más indignante, cómo pensar. ¿Cómo podríamos existir en un mundo en el que no hay libertad de pensamientos? Por eso, la revolución más grande es elegir ir hacia donde el corazón late, por eso la película de Joaquín Pedretti es una revolucionaria oda a la libertad, donde claramente Nina y Chichi son solamente dos de las tantas hijas de la revolución.

¿Dónde ver?

“Una sola primavera”, una producción de Productora de la Tierra, Joaquín Pedretti y Sabaté Films, ya está desde hoy en los cines: Cinemark, Pinedo, Hiperseis, Villamorra, Multiplaza, Fuente, Cinemapop del Sol, Cine Zone CDE, Cinemapop San Lorenzo, Cinemapop Mariano, Cinemapop Cerroalto, Cinemark Lago Shopping, Cine Plaza CDE, Cine Art CDE, Cine Art Caaguazú, Las Hortensias de Pilar, Cinemapop Encarnación y Cinemapop Coronel Oviedo.

Siguiente
Siguiente

Chile y dictadura: dos películas y un corto