Una fórmula infalible para la felicidad

Este año volvió a Paraguay una de las mejores propuestas que conjuga no solo música y dibujos, sino también mucho humor, amistad y amor. De esos rituales donde se rompe esa barrera que pone al artista en un escenario/pedestal y donde todo fluye de manera equitativa, porque el público es también gran parte de este intercambio energético.

Por Mavi Martínez

Fotos por Belén Pinto

Lo que acontece con Kevin Johansen y Ricardo Liniers Siri es un lujo, porque pocas veces una propuesta se siente tan genuina. Pero lo que es mejor, pocas resisten con tanta tenacidad y fuerza al paso del tiempo, incluso sintiéndose renovada en cada canción, en cada broma o gesto. Asimismo, cada abrazo de los artistas es como el primero, lleno de alegría, satisfacción y gratitud.

Ambos volvieron a Paraguay y ofrecieron su espectáculo el pasado 24 de noviembre en el Teatro del Hotel Guaraní, como parte de una gira que los ha llevado a recorrer escenarios de otros países luego de un reencuentro orgánico. Han viajado a dúo y también se han presentado en otros lugares con la banda The Nada. Aquí los vimos a dúo y lo que sí es cierto y evidente es que su vínculo es inextinguible e intocable.

Desde que aparecen en escena entendemos que con ellos todo será fiesta, incluso los momentos que parecieran más solemnes tienen un dejo siempre de risa, de complicidad, de una felicidad implícita. Como si ninguno pudiera con su genio. Esto, más que una reseña, es una reflexión de cómo dos personas pueden traspasar su amistad y su cariño a un show que seguramente está estructurado y pensado, pero que también tiene mucho de improvisación, lo cual habla aún mejor de ambos, quienes naturalmente saben hacer fluir la narrativa.

Hay tanto en su lenguaje del amor que enseguida puede uno sentirse conmovido. En ese sentido, nos sentimos también amados por su arte, por cada trazo y cada nota, por cada color y cada melodía. Todo lo que Kevin y Liniers crean allí, en vivo, es la fuerza más nítida de lo que significa una amistad, un viaje de ida y vuelta, un compartir en ese escenario o en cualquier lugar del mundo en el que estén, ya que también todo lo que ambos viven puede palparse en sus pisadas. Y si uno tuvo la suerte de verlos más de una vez en diferentes momentos, puede comprobar que su arte se nutre de todo eso, de cada aprendizaje, cada libro o disco nuevo.

Creo que en tiempos tan oscuros como los que corren (porque todo lo que ahora nos queda es el presente, pues cuesta vislumbrar un futuro) momentos como este espectáculo nos devuelven bastante ese algo a lo cual aferrarnos, como esa luz al final del túnel tan famosa que nos contaron y donde reside toda esperanza. Un show donde el amor de dos amigos existe y está frente a nosotros es lo más hermoso que nos puede pasar, porque es un recordatorio de todo lo que uno necesita para sobrevivir: el amor de a quienes elegimos y que son familia.

Este recuerdo, de este concierto, donde sobraban cariño, colores y canciones que son verdades, es de esas memorias que uno atesora, es el barco que navega seguro sobre aguas a veces turbulentas, es de esas memorias para aferrarse, como la voz de nuestra abuela más querida o ese de comida casera que brilla en el aire. Hay momentos o sensaciones en las que uno quiere vivir para siempre y este show de Kevin y Liniers es ese, que se suma a la lista de razones por las cuales vale la pena estar vivo.

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